LA ENFERMEDAD DEL PODER.

LA ENFERMEDAD DEL PODER: EL SÍNDROME DE HUBRIS

RECOMENDACIONES DE LA DOCTORA DESCANSO

La posesión de poder, particularmente con un éxito abrumador puede causar el Síndrome de Hubris (o Hibris o Hybris) el cual fue detectado por los antiguos griegos para identificar a los héroes que, borrachos de éxito y haciendo acumulo de poder, comenzaban a comportarse como auténticos tiranos. La palabra hubris o hybris, surge del griego Hybris y significa orgullo, presunción o arrogancia; puede traducirse como “desmesura”.

Al respecto, la historia nos muestra que grandes líderes han sufrido desórdenes mentales, tales como esquizofrenia, trastorno afectivo bipolar, trastorno depresivo mayor, trastorno de personalidad paranoide o antisocial y en general otras patologías graves, pero por supuesto, no todos. Por ejemplo, una revisión de fuentes biográficas de trastornos mentales en presidentes de Estados Unidos entre 1776 y 1974 mostró que 49 por ciento cumplían criterios que sugerían un trastorno psiquiátrico: depresión (24 por ciento), ansiedad (8 por ciento), trastorno bipolar (8 por ciento) y alcoholismo (8 por ciento), datos que coinciden en términos generales con las tasas de trastorno mental de la población.

Ahora bien, en el caso del Síndrome de Hubris, mientras algunos lo ven como narcisismo, otros simplemente lo asumen como algo esperable en líderes poderosos: presidentes de grandes empresas, gerentes, políticos, militares, artistas, etc… No obstante, esa arrogancia tiene otro significado en términos de salud mental, por supuesto, después de descartar problemas psiquiátricos como el trastorno afectivo bipolar o el trastorno de personalidad paranoide en el que la grandiosidad puede ser una característica destacada.

Este  síndrome fue descrito hace años por David Owen, quien fuera ministro de exteriores británico y también neurólogo, el cual es propio de los abusadores que llegan a cometer acciones crueles hacia los que, según su parecer, “están por debajo de ellos”.  Reyes, emperadores, gobernantes de toda índole, celebridades, destacados del deporte, políticos, militares, héroes políticos, grandes empresarios y directivos lo han padecido y peor aún… lo padecen.

¿Cuáles son las causas?

Según el neurólogo David Owen “Las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder terminan afectando a la mente” .El poder no está en manos siempre del más capaz, pero quien lo ostenta así lo cree y termina comportándose de manera narcisista y prepotente. Siendo más común en personas que comparten las siguientes características:

•          Inmadurez psicológica

•          Formación cultural pobre

•          Personalidad subjetiva

•          Carácter emocional particular, seguramente ávido de afectividad

•          Desarrollo humano frágil y en difíciles circunstancias

  • Arrogancia
  • Ideas fijas preconcebidas. rechazando posturas que no están en sintonía con sus ideas
  • Comportamiento narcisista (autoestima)
  • Incapacidad para cambiar su comportamiento
  • Actuación fuera de la lógica
  • Ego excesivo

Es importante mencionar que es necesario un cierto período de tiempo en el poder. La persona puede tener características predisponentes de personalidad, pero el problema mental se adquiere, es decir, su aparición es posterior al ejercicio de poder.

También, hay que advertir que, actualmente, no se considera un trastorno psiquiátrico como tal. Se trata de un perfil de personalidad que se manifiesta en el momento en que una persona está en una situación social en la que tiene mucho poder y se hace adicto a él.

Y es que aunque el síndrome responde más a una denominación sociológica que propiamente médica, los psiquiatras han reconocido siempre los efectos mentales del poder. Más  bien es descrito por un patrón de comportamiento en el que la persona ve el mundo como un lugar para autoglorificarse a través del uso del poder. Se refiere a un acto en el cual un personaje poderoso se comporta con soberbia, arrogancia y una autoconfianza que lo lleva a actuar por fuera de toda lógica. Se siente capaz de realizar grandes trabajos, cree que todo lo que necesita y lo que quiere son cosas muy importantes y que, por lo tanto, está autorizado a actuar por encima de la ética de la mayoría de los mortales.

Entonces, entre los síntomas que puede producir el mal de Hubris destacan:

• Un enfoque personal exagerado al comentar asuntos corrientes.

• Confianza exagerada en sí mismo, imprudencia e impulsividad.

• Sentimiento de superioridad sobre los demás.

• Desmedida preocupación por la imagen, lujos y excentricidades.

• El rival debe ser vencido a cualquier precio.

• La pérdida del mando o de la popularidad termina en la desolación, la rabia y el rencor.

• Despreció por los consejos de quienes les rodean.

• Alejamiento progresivo de la realidad.

  • Tendencia a hacer cosas para mejorar la imagen personal. Preocupación exagerada por la imagen y la presentación.
  • Desprecio por los demás. Se dice responsable solo ante Dios o la historia.

**En estudios que abarcaron dos décadas en sujetos bajo la influencia de altos niveles de poder, se encontró que actuaban como si hubieran sufrido una lesión cerebral traumática: se volvieron más impulsivos, menos conscientes de los riesgos y de manera crucial, menos hábiles en ver las cosas desde el punto de vista de otras personas.

Por lo mismo, el Síndrome de Hubris, al ser considerado una condición adquirida de manera circunstancial, es diferente de la mayoría de los trastornos de la personalidad descritos en psiquiatría. Es relevante señalar que se desarrolla con más frecuencia cuando el personaje aspira a un segundo período de poder. Cuando una persona sucumbe al Síndrome de Hubris, su experiencia en el poder ha distorsionado su personalidad y toma de decisiones.

Se ha observado que tras un tiempo en el poder, los afectados por el Hubris padecen lo que psicopatológicamente se llama desarrollo paranoide, pues todo el que se opone a ellos o a sus ideas son enemigos personales, que responden a envidias.

Específicamente, según David Owen, las fases por las que pasan las personas que padecen el Síndrome de Hubris son:


a. Dudas: Después de ser nombrados para ocupar un cargo, es habitual que no nos encontremos totalmente seguros de nuestros movimientos. Que dudemos de nuestras decisiones. Es algo normal, ya que no hemos tenido ninguna experiencia similar anterior. Esto hace que nos movamos guiados por la prudencia.

b. Autoconfianza: Si las cosas empiezan a salirnos bien y nuestras decisiones han sido un éxito, empezamos a sentir que somos muy buenos, que lo hacemos todo muy bien y que somos merecedores del cargo que ocupamos. Incluso que éste empieza a quedarse pequeño para alguien tan valioso.

c. Halagos: Hemos alcanzado el éxito y empieza a acercarse a nosotros un enjambre de oportunistas, arribistas y aduladores. Incluso, extrañamente, empezamos a parecer mucho más atractivos para el sexo opuesto. Los halagos de los aduladores refuerzan nuestro ego y empieza a generarse una sensación de endiosamiento.

f. Arrogancia. En esta fase, creemos que somos indispensables, no entendemos cómo hasta ahora la empresa ha podido sobrevivir sin nosotros y entendemos que cualquier decisión nuestra es acertada por el simple hecho de que la hemos tomado nosotros. Muchas de estas decisiones sólo responden a meros caprichos o impulsos sin base racional.
g. Soberbia. Es la fase de la ‘idealización megalomaníaca’. Nos consideramos infalibles, indispensables y creemos que vamos a disfrutar de poder para siempre.

Paranoia. “Todos los que me critican actúan movidos por la envidia”, piensan quienes padecen el Síndrome de Hubris. Este pensamiento les lleva a rechazar las críticas. Quienes las hacen pasan a ser considerados como enemigos personales.
h. Caída en desgracia. En el caso de los políticos, se concreta en la derrota electoral; en el mundo de la empresa, en el despido. En cualquiera de los casos, no entienden por qué han sido desposeídos de sus cargos. En ocasiones, la nueva situación desemboca en un cuadro depresivo.

CURA:

Desde el punto de vista neurocientífico no hay ninguna evidencia de que pueda existir un cambio fisiológico en dichas personas; sin embargo, la psiquiatría lo aborda.

Es poco probable que estas personas busquen tratamiento de un profesional de la salud mental para su cuadro mental, aunque pueden aceptar ayuda para complicaciones tales como depresión o relacionadas con el alcohol. En pocas palabras, para que la persona pueda “curarse”, sostiene este autor, simplemente basta con que pierda su poder.

CASOS HISTÓRICOS:

  • El del emperador romano Claudio, que se caracterizaba por su magnanimidad y su preocupación por sus súbditos, hasta que empezó a obsesionarse con la idea de que los demás pudieran reírse de su tartamudez y su aerofagia. La solución que halló Claudio fue impulsada sin duda por el Hubris: por mediación de su médico personal, Jenofonte, promulgó un edicto que obligaba a sus cortesanos a tirarse dos ventosidades por cada una que dejara escapar él. A partir de este edicto, tal como señala Suetonio en Los doce césares, Claudio empezó a encapricharse cada vez con más cosas.
  • Lo mismo le sucedió a otro emperador romano, Marco Antonio Casiano, que se enfrentó de esta forma con las facciones críticas del Senado: «Sé que no os gusta lo que hago, pero por eso poseo armas y soldados, para no tener que preocuparme de lo que penséis de mí».
  • Calígula, por su parte, nombró senador a su caballo.
  • El general y presidente de México Antonio López de Santana, autocalificado como «el nuevo Napoleón», hizo enterrar su pierna amputada con honores de funeral de Estado.
  • El presidente de Ecuador José Abdalá Bucaram perdió su puesto cuando se empeñó en contratar a Maradona por un millón de dólares.
  • Jahangir, gran mogol de la India (1569-1627), que tenía un harén compuesto por 300 esposas, 5.000 mujeres sirvientes y 1.000 jóvenes que satisfacían todos sus caprichos.

Por último, cabe mencionar que nadie está libre de que el veneno del hubris corra por su sangre. Pero han sido los reyes, emperadores, políticos y, en definitiva, los gobernantes de toda índole quienes más han sufrido sus estragos.

Por lo mismo, el Síndrome de Hubris en los poderosos es una amenaza mayor que las enfermedades convencionales para la calidad de su liderazgo y el manejo apropiado de sus responsabilidades.

Es un fenómeno que necesita ser investigado a profundidad. La propuesta es que mientras mejor se conozca este fenómeno y más consciente se tenga, será más fácil neutralizarlo o manejarlo.

FUENTE: https://www.ecured.cu/S%C3%ADndrome_de_Hubris

Psic. Alicia D de P

Doctora Descanso ®

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