“MI HIJO ESTÁ TRISTE” DEPRESIÓN EN NIÑOS Y ADOLESCENTES

Depresión

Recomendaciones de la @DoctoraDescanso

Hasta hace poco tiempo, la depresión infantil y otros problemas mentales en niños no eran tenidos en cuenta, o bien eran pasados por alto. Pero son cada vez más los niños que sufren trastornos depresivos. De hecho, puede que por situaciones que están a la orden del día, como el acoso escolar, la presión por la imagen corporal o el tipo de ocio solitario, se hacen cada vez más habituales.

La tristeza y la desdicha son emociones humanas corrientes, especialmente en respuesta a situaciones problemáticas. Para los niños y los adolescentes, tales situaciones pueden incluir la muerte de uno de sus progenitores, el divorcio, la pérdida o el alejamiento de un amigo, la dificultad de adaptación a la escuela y la dificultad para hacer amigos. Sin embargo, los sentimientos de tristeza son, a veces, desproporcionados con respecto a lo sucedido o persisten durante mucho más tiempo de lo normal. En estos casos, particularmente si los sentimientos causan dificultades en el funcionamiento del día a día, los niños pueden tener depresión. Al igual que los adultos, algunos niños se deprimen incluso cuando no existen acontecimientos dolorosos. Estos niños presentan una mayor probabilidad de tener parientes con trastornos del estado de ánimo (antecedentes familiares).

La depresión ocurre hasta en el 2% de los niños y el 5% de los adolescentes.

La depresión incluye varios trastornos:

  • Trastorno depresivo mayor
  • Trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo
  • Trastorno depresivo persistente (distimia)

Puede aparecer en cualquier etapa del desarrollo del niño. Incluso en los primeros meses de vida, un bebé puede padecer cuadros depresivos, asociados a un cambio o pérdida de la persona que cuidaba de él o cuando la persona encargada de su cuidado no responde correctamente a sus necesidades. Para identificar la depresión infantil en niños tan pequeños se obtiene la información a través de sus conductas de hiperactividad o de retraimiento, por las dificultades que tienen, evidentemente, para verbalizar sus problemas. Los síntomas de alerta para los niños de 0 a 3 años son psicosomáticos: enuresis, encopresis, miedos nocturnos, llantos, etc.

En tanto, los niños de 3 a 6 años ya podrán dar pistas a través de sus expresiones y verbalizar de forma más clara lo que les sucede,  lo que facilitará el diagnóstico al poder acceder a más información sobre sus emociones y pensamientos.

Ahora bien, existe una teoría evolucionista que establece que la depresión infantil sucede de manera diferente según la época evolutiva de la vida del niño, la cual afirma que:

  • Un niño de 0 a 4 años se ve afectado por acontecimientos que ocurren dentro del seno familiar, como son la separación o la pérdida de uno de los padres, el abandono, el abuso y todo lo que está relacionado directamente o indirectamente con el apego, ya que en esta etapa evolutiva del niño el centro de atención es la unidad familiar.
  • A partir de los 4 años de edad, los niños ya están en contacto con la escuela y otros entornos y son más sensibles a acontecimientos relacionados con el rendimiento en el colegio, la interacción con sus compañeros de clase, la competencia en el juego o el sentimiento de pertenencia a un grupo de iguales.

**Lo anterior no implica que un niño de 5 años no pueda padecer depresión por algún tema relacionado con el apego con su familia, pero sí que a medida que el niño va creciendo, añade a su vida más experiencias, más interacciones y más responsabilidades que podrían ser motivos de depresión infantil, y cuanto más pequeño es el niño, su vida se centra exclusivamente en su familia.

Pero… ¿cuáles son las posibles causas de que un niño o niña padezca depresión?

No se conocen con exactitud las causas de la depresión, pero probablemente está asociada de algún modo a la alteración química del cerebro. Algunas tendencias a desarrollar depresión son hereditarias. Parece contribuir a ella una combinación de factores que incluye las experiencias vividas (como una pérdida temprana) y la propensión genética (vulnerabilidad).

  • Las enfermedades orgánicas, los acontecimientos vitales y la herencia genética contribuyen a la depresión.
  • Conflictos familiares. Disputas, depresión materna, inestabilidad familiar …
  • Acontecimientos o sucesos estresantes y/o traumáticos. Una catástrofe familiar, la muerte de uno de los progenitores, la pérdida de una mascota, etc.
  • Estilo educativo estricto con el niño. Culpabilizar al niño de ciertos fracasos, reñirle o regañarlo de forma habitual, privarle del juego o de realizar actividades en las que está interesado…
  • Dificultad en la integración con otros niños. Por ejemplo, que sufra acoso escolar.
  • Aspectos físicos. Puede sentirse acomplejado por alguna parte de su cuerpo y sentirse inseguro.
  • Factores hereditarios, bioquímicos, hormonales y neuronales.
  • Factores estacionales, es decir el “Trastorno Afectivo Estacional” que viene a decir que la cantidad de luz está asociada con los cambios estacionales y esto afecta al estado de ánimo de algunos niños.
  • Cambios drásticos o importantes como cambios de vivienda, de estilo de vida, etc.
  • Baja autoestima
  • Parte de la causa puede ser otro trastorno, como una glándula tiroidea hipoactiva o el abuso de drogas. Recientemente se ha descubierto que algunos adolescentes con depresión persistente presentan concentraciones bajas de folato (una vitamina) en el líquido que rodea el encéfalo y la médula espinal (líquido cefalorraquídeo).

Específicamente, como en los adultos, la gravedad de la depresión varía considerablemente:

  1. Trastorno depresivo mayor: los niños con trastorno depresivo mayor sufren un episodio de depresión que dura por lo menos 2 semanas. Los niños afectados presentan, de modo característico:
  2. Sentimientos abrumadores de tristeza o de irritabilidad, de inutilidad y de culpa. Pierden interés en las actividades que normalmente les producen placer, como practicar algún deporte, ver la televisión, los videojuegos o jugar con amigos. Manifiestan un intenso aburrimiento. Muchos de estos niños también se quejan de problemas físicos, como dolor de estómago o de cabeza.
  3. El apetito puede aumentar o disminuir y, a menudo, esto da lugar a cambios importantes de peso. Los niños en crecimiento no pueden aumentar de peso como cabe esperar.
  4. El sueño suele estar alterado. Los niños pueden padecer insomnio o dormir demasiado, o tener pesadillas frecuentes.
  5. Con frecuencia, los niños deprimidos presentan falta de energía y no son físicamente activos. Sin embargo, algunos (en particular los niños más pequeños) presentan síntomas aparentemente contradictorios, como la hiperactividad y un comportamiento agresivo. Estos niños pueden parecer más enojados que tristes.
  6. Los síntomas afectan de forma característica la habilidad para pensar y concentrarse y, por lo general, repercuten en las tareas escolares. Pueden perder amigos. Los niños pueden tener pensamientos y fantasías y pueden incluso intentar el suicidio.
  7. Incluso sin tratamiento, los niños con trastorno depresivo mayor pueden mejorar en 6 a 12 meses. Sin embargo, el trastorno a menudo se repite, sobre todo si el primer episodio fue grave o se produjo cuando los niños eran pequeños.

2. Trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo:

  • Los niños con trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo están irritables la mayor parte del tiempo durante mucho tiempo, y su comportamiento con frecuencia está fuera de control. Tienen arranques de genio… graves y frecuentes que son mucho más intensos y duran mucho más tiempo de lo que merece la situación. Durante estos arranques de genio pueden destruir cosas o lesionar a otras personas. Entre arranques, los niños están irritables o enojados la mayor parte del día y casi todos los días. Este trastorno suele comenzar cuando los niños tienen entre 6 y 10 años de edad.
  • Muchos de estos niños también tienen otros trastornos, tales como: trastorno negativista desafiante, trastorno de déficit de atención/hiperactividad, un trastorno de ansiedad
  • Cuando estos niños alcanzan la edad adulta pueden desarrollar depresión o un trastorno de ansiedad.
  • Debido a que a veces parecen fuera de control, los médicos antes solían diagnosticarlos con trastorno bipolar. Sin embargo, en la actualidad no se considera que este trastorno sea un trastorno bipolar.

3.  Trastorno depresivo persistente: este trastorno se asemeja a un trastorno depresivo mayor, pero los síntomas no suelen ser tan intensos y se mantienen un año o más.

Entonces, ¿Cuáles son los signos y/o síntomas o cómo se puede identificar si un niño o adolescente sufre depresión?

  • Tristeza, decaimiento y melancolía
  • Cambio en el rendimiento escolar. Bajará su rendimiento en la escuela debido a que se ve afectado a nivel cognitivo: alteración de la capacidad de la comprensión y atención, etc.
  • Estado de ánimo triste… llora con facilidad
  • Pérdida del interés y desmotivación: no es capaz de disfrutar de las actividades y los juegos que antes le gustaban. Se siente aburrido
  • Falta de energía: se cansa sin motivo y su nivel de actividad es bajo
  • Cambios en la alimentación: pérdida de apetito y pérdida repentina de peso o al contrario, aumento del apetito y ganancia de peso
  • Quejas frecuentes de dolores físicos: dolores de cabeza, dolores abdominales y vómitos
  • Baja autoestima: tendencia a descalificarse a sí mismo y desvalorizarse. Autocrítico y duro consigo mismo.
  • Aislamiento social: falta de comunicación con los demás, por lo que le lleva a problemas al relacionarse. No quiere jugar en la escuela y se muestra apático.
  • Actitudes agresivas: ataques de ira, se muestra irritable y tiende a las rabietas con facilidad.
  • A pesar de mostrar desmotivación y apatía, tiene una elevada sensibilidad al fracaso y al rechazo.
  • A través de la narración de cuentos y del juego simbólico, mostrará historias y finales tristes.
  • En casos graves, puede hablar de suicidio.
  • Alteraciones del sueño, ya bien sea, en su conciliación, despertares intermitentes durante la noche, despertar matutino temprano, aumentos del tiempo para dormir o despertarse con la sensación de no haber descansado.
  • Los niños y adolescentes deprimidos pueden mostrarse tristes, sin interés e indolentes o bien hiperactivos, agresivos e irritables.
  • Los niños con trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo presentan arranques de genio, graves y frecuentes y, entre arranques, se muestran irritables y enojados.
  • Los médicos basan el diagnóstico en los síntomas que refieren el niño, los padres o los profesores y realizan pruebas para descartar otros trastornos causantes de los síntomas que presenta el niño.
  • La combinación de psicoterapia y antidepresivos parece ser generalmente la terapia más efectiva en los adolescentes con depresión. En los niños, sin embargo, la psicoterapia es la primera opción.

¿Cómo podemos ayudar a un niño o adolescente con depresión?

Los padres, educadores, profesores y demás personas que forman parte del entorno del niño, podemos ayudar más de lo que creemos.

Algunas de las formas para llevar esto a cabo son:

1. Buscar apoyo y ayuda profesional

2. Reforzarlo positivamente, de forma frecuente y sincera. Es importante decirle lo que hace bien, en ese momento, e intentar conocerlo a fondo para darnos cuenta de lo que piensa de sí mismo, las virtudes y defectos que cree poseer, y ayudarle a reestructurar los pensamientos considerados negativos.

3. Promover que su lenguaje sea en un tono positivo, ayudarle a distinguir, dando las razones adecuadas, entre los acontecimientos que él puede controlar y los que están fuera de su alcance, y no culpabilizarse por éstos últimos.

4.  Anticipar cualquier cambio que se vaya a producir, explicando la razón de ellos, (en un lenguaje adecuado a cada edad), para reducir sus preocupaciones, así como establecer una rutina diaria.

5.  La expresión emocional es esencial. Debemos dotar al niño de herramientas para identificar y hablar de sus emociones. Podemos pedirle que escriba en una libreta sus pensamientos positivos de 3 a 4 veces al día. De esta forma, éstos irán aumentando, y se la expresión de emociones se verá favorecida.

6. Podemos pactar con el niño una actividad interesante al día para aumentar su motivación e interés por las cosas, planificar acontecimientos especiales en los que se divierta, hablar sobre temas que le gusten, etc.

7. Es recomendable no obligarlo a comer. Podemos preparar sus comidas preferidas, o relacionar el periodo de la comida con algo agradable. De esta forma, la hora de la comida será más un momento más placentero.

8. Realizar pautas de higiene del sueño: mantener un horario fijo para dormir, en el cual las horas de sueño sean las recomendadas, realizar con él actividades relajantes y que le gusten (como pueden ser leer o escuchar música suave). Es recomendable terminar el día con un comentario positivo.

9. Cambiar las actividades que le causan agitación, enseñarle técnicas de relajación, dar un masaje antes de dormir.

10. Identificar las situaciones que le causan ansiedad e incertidumbre, para después cambiarlas. Tenemos que intentar que el niño se sienta apoyado por nosotros, tranquilizándolo en los momentos que lo necesite.

11. Todos los comportamientos de ira y agresividad debemos rechazarlos de una manera amable pero firme, es decir, sin tener reacciones de ira, y utilizando la razón. Es importante dar validez a sus emociones y estimular al niño a expresar sus sentimientos de ira apropiadamente. Podemos utilizar algunas técnicas de autocontrol como la técnica de la tortuga, o la del semáforo.

12. Animarlo a participar en juegos, actividades y charlas familiares.

13.  Estar alertas a las señales de suicidio y buscar ayuda profesional inmediatamente.

Diagnóstico

  • Entrevistas o cuestionarios estructurados
  • Pruebas para detectar otras causas de los síntomas

Para diagnosticar la depresión, los médicos se basan en varias fuentes de información, incluidas una entrevista con el niño o adolescente y la información procedente de los padres y maestros. A veces se utilizan cuestionarios estructurados para ayudar a distinguir la depresión de una reacción normal a una situación infeliz.

Los médicos diagnostican un trastorno depresivo cuando el niño o el adolescente presenta una de las características siguientes o ambas:

  • Una sensación de tristeza o irritabilidad
  • Pérdida de interés o de placer en casi todas las actividades (que se expresa a menudo como aburrimiento)
  • Haber presentado estos síntomas durante la mayor parte del día y casi todos los días durante el mismo período de 2 semanas; deben presentar también otros síntomas de depresión, como pérdida de apetito y peso y problemas para dormir.

Los médicos tratan de averiguar si las tensiones familiares o sociales pueden haber precipitado la depresión. También preguntan específicamente sobre comportamientos suicidas, incluyendo pensamientos y conversaciones sobre el suicidio.

Se realizan pruebas para determinar si la causa de los síntomas es un problema orgánico, como una actividad anómala de la glándula tiroidea o el consumo de drogas.

Si los adolescentes sufren depresión persistente que no responde a los tratamientos habituales, el médico puede indicar una punción lumbar para descartar una deficiencia de ácido fólico en el líquido cefalorraquídeo.

Tratamiento

  • En la mayoría de los adolescentes, psicoterapia y antidepresivos
  • En los niños más pequeños, psicoterapia seguida, si es necesario, por antidepresivos
  • Orientación para los miembros de la familia y el personal escolar

El tratamiento de los trastornos depresivos depende de su gravedad. Un niño que manifiesta pensamientos suicidas debe ser cuidadosamente supervisado por profesionales de la salud mental expertos en este tipo de trastorno. Si el riesgo de suicidio es alto, requiere una hospitalización breve para mantenerlo a salvo.

Para la mayoría de los adolescentes, suele ser más eficaz la combinación de psicoterapia y fármacos. Pero en niños más pequeños, el tratamiento no está tan claro. Puede intentarse la psicoterapia como primera opción, usándose la farmacoterapia sólo en caso necesario. La psicoterapia individual, la terapia de grupo o la terapia familiar son beneficiosas. Los médicos también aconsejan a los miembros de la familia y de la escuela cómo pueden ayudar a estos niños a que sigan realizando sus actividades y a aprender.

Los fármacos antidepresivos contribuyen a corregir el desequilibrio químico en el cerebro. Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), como la fluoxetina, la sertralina y la paroxetina, son los fármacos que se prescriben de forma mayoritaria a los niños y adolescentes deprimidos. Otros antidepresivos, entre ellos los tricíclicos (como la imipramina), pueden ser algo más eficaces, si bien tienden a presentar más efectos secundarios, motivo por el cual raramente se prescriben a los niños.

Si se identifica una deficiencia de ácido fólico en el líquido cefalorraquídeo, el tratamiento con leucovorina (también llamado ácido folínico) puede ser eficaz.

En los niños, al igual que en los adultos, la depresión a menudo recidiva, es decir, repite. Los niños y los adolescentes deben ser tratados durante al menos 1 año después de que los síntomas hayan desaparecido. Si el niño ha sufrido dos o más episodios de depresión mayor, puede recibir tratamiento de forma indefinida.

Ahora bien, recientemente ha surgido preocupación por el hecho de que los antidepresivos aumentan ligeramente el riesgo de pensamientos y comportamientos suicidas en niños y adolescentes. Esta inquietud ha llevado a una disminución global en el uso de antidepresivos en niños. No obstante, el descenso de la prescripción se ha asociado a un aumento de la tasa de muerte por suicidio, quizás porque la depresión no se trata entonces adecuadamente en algunos niños.

Por lo mismo, se han llevado a cabo estudios para tratar de resolver esta cuestión. Se ha visto que las ideas suicidas y los intentos de suicidio pueden aumentar ligeramente en los niños en tratamiento con antidepresivos. Sin embargo, la mayoría de los médicos opinan que los beneficios son mayores que los riesgos, y que los niños que padecen depresión suelen beneficiarse del tratamiento farmacológico siempre y cuando tanto los médicos como la familia estén atentos al empeoramiento de los síntomas depresivos o al incremento de los pensamientos suicidas.

Entonces, independientemente de si se utilizan fármacos, el suicidio es siempre una preocupación en un niño o adolescente con depresión, por lo que las siguientes estrategias pueden contribuir a reducir el riesgo:

  1. Los padres y los profesionales de la salud mental deben hablar sobre estos temas en profundidad.
  2. El niño o el adolescente deben estar adecuadamente supervisados.
  3. En el plan de tratamiento se deben incluir sesiones regulares de psicoterapia.
  4. Antipsicóticos: ya que en la depresión muy grave pueden surgir síntomas psicóticos, por ejemplo, delirios, alucinaciones y pensamiento y habla desorganizados. Estos síntomas requieren tratamiento con fármacos antipsicóticos.

Por último, destacar que la detección temprana de la depresión en la infancia y la adolescencia es transcendental. Cada niño o adolescente tiene una manera de ser, y acepta los cambios de manera diferente. Por ello, debemos poner especial interés en conocer muy bien a nuestros hijos para saber qué es lo que ha cambiado de su comportamiento y estar pendiente de las modificaciones en su estado de ánimo y en las posibles causas.

Referencia bibliográfica: