RECOMENDACIONES DE LA DOCTORA DESCANSO
Existen muchas definiciones de humildad, la mayoría pertenecientes a ámbitos del conocimiento como la ética, la teología o la antropología. Muchos autores describen a las personas humildes como individuos con un conocimiento realista de sí mismos, tanto de sus defectos como de sus cualidades. No exhiben ostentosamente sus logros (son personas modestas), pero tampoco niegan absurdamente un éxito objetivo.
Ahora bien, la humildad es una virtud que hoy está mal entendida y subvalorada. Inclusive, lo más común es que se confunda con “humillación”. Sin embargo, la humildad es la virtud por la cual una persona sabe cuál es el lugar que le corresponde, reconociendo sus cualidades, capacidades y, por supuesto, identificando sus propias limitaciones. Es ser realista y además, así uno sea el mejor en algo, ser humilde implica mantener en el ámbito de lo razonable las ansias de reconocimiento, adulación, honor y fama. Bajo ninguna circunstancia implica negar cualquier felicitación por algo bien hecho, ni sentirse menos o dejar que lo pisen. Es saberse digno de ser valorado como ser humano y además, saber valorar al resto por esa misma dignidad.
La humildad no es fácil de cultivar, sobre todo en los ámbitos empresariales y en una sociedad en la que los más jóvenes han sido educados con mayores oportunidades de aprendizaje, sostenidos por una cultura de falsa excelencia donde el valor de una persona está puesto muchas veces ahí donde llegan sus éxitos.
No obstante, lo que hace la humildad es ayudarnos a mantener nuestros logros o conquistas en el lugar que les corresponde, siendo conscientes, además, de que eso no nos hace más que otros compañeros de trabajo y mucho más importante, no nos haría menos el no haberlos obtenido o perderlos.
¿Cuáles son los beneficios de la humildad? Algunos de los más importantes:
• Facilita el perdonar con rapidez
• Fomenta el escuchar y aceptar a otros, y como lo que se siembra se cosecha multiplicado, recibirá más y más aceptación en el corazón de los demás
• Ayuda a reconocer capacidades y habilidades, y también limitaciones, y lo que es mejor, las capacidades y limitaciones de los demás. Recordemos que ser humilde es dejar hacer y dejar ser, por lo tanto la humildad libera de la envidia, además, el saberse imperfecto produce la disposición a aprender de otros y de sus experiencias
• Promueve el valorar correctamente a sí mismo y a los demás, eliminando el miedo a sentirse de menos valor cuando admite las equivocaciones, arriesgándose siempre a comenzar de nuevo y a superarse
• Produce paz y serenidad, logrando que las personas vivan más felices
• Facilita el controlar el mal humor y las actitudes inadecuadas, lo que permite mejorar las relaciones con los seres queridos y con los demás
• Ayuda a ser mejores padres y madres, pues, ayuda a transmitir y enseñar a nuestros hijos la capacidad de reconocer las habilidades, limitaciones y equivocaciones propias y de cada quien; les enseña que se puede ser feliz sin ser perfecto, y que hay que pedir disculpas cuando nos equivocamos; es decir, enseñar humildad a los hijos es criar hijos más sanos emocional, mental y físicamente
• Produce discernimiento para detectar el momento oportuno de comenzar o detener un proyecto, para saber cuándo callar o cuando hablar, cuando ceder o cuando retener; es decir, la humildad produce prudencia, la cual es muy necesaria para triunfar en la vida
• Busca la excelencia, minimiza los fracasos, obtiene resultados excelentes y, por ende, facilita el éxito
Entonces… ¿Cómo trabajar la humildad? El ámbito idóneo donde inculcar la humildad, es la familia, y el momento más propicio recae en la infancia y como cualquier otra virtud, se trasmite a través del ejemplo de los mayores.
- Presenciar un acto de humildad invita a los demás a imitarlo (por ejemplo, si en el transcurso de una discusión uno afirma haber estado equivocado, el otro suele también reconocer sus errores). De esta forma, por medio de pequeños actos cotidianos, los niños irán gradualmente incorporando esta virtud a su repertorio de conductas y a su sistema de valores.
- Enseñando a los hijos a valorar y respetar las cosas propias y ajenas (cuidando o prestando los juguetes), animándoles a cumplir encargos en casa para hacer la vida agradable a los demás (poner una mesa, limpiar, ser ordenados) o no presumir cuando logran un éxito en el colegio.
- Dos elementos básicos para inculcar la humildad son el perdón y la gratitud. Un niño que es agradecido y que sabe perdonar y pedir perdón, obtendrá los cimientos sobre los que sustentar el valor de la humildad.
Como ejemplos, cuando un padre, tras juzgar o regañar injustamente a su hijo, reconoce su error y pide perdón, es un modelo positivo de humildad (no una amenaza a su autoridad, como algunos temen). O la actitud no defensiva de un progenitor a la hora de recibir un reproche por parte del otro cónyuge, aceptar la ayuda o corrección de un hijo o asumir con modestia logro personal, son también ocasiones para ejercerla.
Ahora bien, ser humilde es no imponerse sobre nadie a quien consideremos “inferior”. Por la humildad, el hombre reconoce y acepta con sencillez quién es realmente pero sin dejar de lado su grandeza y dignidad, lo que lo aleja de la humillación. Ser humilde es una virtud de los grandes. Por eso es tan difícil hacerse de ella.
Psic. Alicia D de P
Doctora Descanso ®
Que sueñes con los angelitos ®
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